Con un pequeño, Zuka, afectado de una discapacidad del 75%, provocada por una enfermedad rara, sin cuidados médicos, víctima de la discriminación y de la violencia de género, Lili no tuvo más opción. Un día cerró la puerta de su casa, dejó atrás su vida y a su madre, y puso rumbo a un nuevo destino.
En su país estudió música. Tocó el piano hasta los 18 años y fue representante de arte. Antes de marcharse, trabajaba en una gran cadena de supermercados, Nikora, mientras daba algunas clases particulares de piano. Salir de su país suponía empezar de cero, pero solo así podía ofrecer una vida digna a sus hijos.
Los inicios en España no fueron fáciles, aunque al llegar a La Almudena, el centro de personas Refugiadas de CESAL, cambió su vida. “CESAL me ha ayudado en todo y no sé cómo agradecerlo. He recibido un gran apoyo de los profesores, de la psicóloga, he podido estar tranquila con mis hijos en un espacio para nosotros, he podido comprar comida y ropa. Aunque a mí me resulta incómodo recibir ayuda, siempre he trabajado mucho y podía sacar adelante a mi familia".
En la actualidad, Lili ya cuenta con permiso de trabajo y es cajera en Ikea, donde trabaja desde el mes de abril. Su hijo recibe el tratamiento médico adecuado y su hija de 12 años, Nina, se ha integrado muy bien en el colegio. La niña domina perfectamente el español y es la intérprete de la familia, como nos cuenta Lili. Su vida ha mejorado, se siente agradecida en un país que la ha acogido con cariño y "donde la gente se deja abrazar".
Ahora sueña con que le renueven el contrato en septiembre, que su hijo siga mejorando y que pronto pueda tener a su madre cerca. En el Dia Mundial de las Personas Refugiadas, hagamos que sus anhelos se hagan realidad.