Tras el paso del tifón Haiyan, que dejó tras de sí muerte y destrucción, la atención de los medios de comunicación y los profesionales que hay sobre el terreno se ha desplazado a los lugares más afectados.
En Filipinas, toda la nación se ha movilizado. No hay parroquia o distrito escolar que no participe en las operaciones de rescate o busque la manera de suministrar artículos de primera necesidad como alimentos, agua y ropa. Todo para aliviar el sufrimiento de los afectados.
Esta enorme ola de solidaridad contrasta con las dificultades para hacer llegar los insumos básicos que la población necesita. Aunque han empezado a llegar los primeros alimentos y agua potable, toneladas de víveres siguen sin poder ser suministrados. El transporte por carretera es muy complicado. Vías de comunicación intransitables y puentes destruidos se convierten en un obstáculo insalvable todavía para acceder a los damnificados. Los pocos helicópteros disponibles se afanan por entregar los recursos acopiados.
En las zonas afectadas, el miedo a beber el agua accesible o pescar hace aún más dura la espera de la llegada de medios de supervivencia. Los habitantes tienen miedo a que agua y peces estén contaminados por la descomposición de los cadáveres que aún no han sido recuperados.
El viernes pasado se anunció la reapertura del puerto de Ormoc. Una gran noticia. La apertura de esta vía agilizará el transporte de comida y agua potable por vía marítima.
Los primeros signos de recuperación parecen vislumbrarse. Las calles empiezan a ser limpiadas de escombros. Los coches y las motos vuelven a moverse y a desplazarse por el centro de las ciudades. Las personas comienzan a recuperarse de la pesadilla Haiyan. Pero a pesar de la gran voluntad de los filipinos para recuperar la cotidianeidad, aún será necesario que pase mucho tiempo y que se siga contando con la solidaridad internacional.
Desde Calabanga, Hermana Margherita Della Benatta
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