Este reportaje ha sido realizado por la periodista y voluntaria de la ONG CESAL, Laura Corpa, y algunas de las fotografías son cortesía de Ángel Pérez Meca.
Detrás de muchos de los rostros del equipo de profesionales y voluntarios del Gastrolab de Villaverde, gestionado por CESAL, hay una historia personal de superación. Gracias a la ONG, que les ha apoyado durante el proceso, sus baches vitales han desaparecido. Ahora quieren devolver con su trabajo ese cariño recibido. Juntos forman parte una gran cadena humana que está sacando adelante con su esfuerzo los más de 1.000 menús diarios que reparten desde este espacio, cedido a la organización por el Ayuntamiento de Madrid y la Junta de Distrito de Villaverde.
“Es mucho más que comida, es cariño y esperanza”
La fuerza de Yoleida reside en su mirada. Cariñosa y brillante, transmite una calidez que se percibe también bajo su mascarilla. Esta psicóloga trabaja reforzando la confianza y autoestima de los chicos y chicas en riesgo de exclusión social a los que CESAL ofrece una formación práctica a través del proyecto de La Quinta Cocina para labrarse un futuro en el mundo de la hostelería. Yoli ha pasado los dos meses más duros de su vida tras caer su marido gravemente enfermo por COVID. Tuvo que pedir la baja laboral para gestionar esa terrible situación y asumir la crianza en solitario de su hijo de dos años. Ahora, con su pareja recuperada, su pequeño fuera de peligro y unos kilos menos debidos al estrés y a la preocupación, se ha incorporado a la nueva gestión del reparto de menús en Villaverde.
Ella es el nexo de unión entre la ONG, los servicios sociales del barrio, Deliveroo (el reparto de dichos menús con este servicio de mensajería es parte de una donación de la chef Cristina Oria) y los ex alumnos de La Quinta Cocina que se ofrecen desinteresadamente como voluntarios en el espacio de Gastrolab. Cuenta que los jóvenes tienen muchas ganas de aportar su granito de arena para lograr un mundo mejor.
Su experiencia les hace empatizar mucho con las familias más desfavorecidas a las que llegan los platos que preparan cada día. Sentirse parte del proyecto les ayuda a crecer y a vencer sus miedos. Unidos, sacan adelante menús imaginativos, equilibrados y cuidadosamente envasados, que, como dice Yoli: “pretenden ser mucho más que comida, queremos aportar también cariño y esperanza. Es increíble compartir con todo el equipo la gratitud de las familias a las que llegamos. Los mensajes de fuerza que nos mandan nos emocionan y nos hacen querer darlo todo”.
Danza de fogones y bandejas
La gran y plateada cocina de Gastrolab empieza a cobrar vida a las ocho de la mañana. Los primeros en llegar son Ernesto, el jefe de cocina, y sus ayudantes, como Michael, “aka” Chile para todo el mundo. Alto y delgado, se mueve rápido entre fogones. Es bromista y a la vez reservado. Tiene solo 22 años, y su conflictiva adolescencia pudo haberle llevado por el mal camino, pero gracias a CESAL pudo superar sus problemas. A Chile, padre de dos niñas, le parece muy gratificante devolver con su trabajo “la paciencia y el cuidado que tuvieron conmigo para ‘adiestrarme’ y lograr que saliera adelante”. Este formador es una especie de gurú para los ex alumnos de La Quinta Cocina que tienen un historial rebelde y similar al suyo. Chavales como Issa hablan de él con devoción. Este marroquí de risa traviesa estuvo casi tres años en un centro de menores en Ceuta, con solo 15 años. Define su trayectoria como dura y mágica a la vez: “cuando empecé el curso en La Quinta Cocina estaba en la calle. Ellos me consiguieron una casa, un trabajo en un restaurante y sobre todo me devolvieron la esperanza.” Issa se enteró a través del whatsapp de que necesitaban voluntarios para Villaverde y se apuntó sin dudarlo: “quiero demostrar lo que he aprendido con ellos, aquí soy feliz.”
Limpia, corta y prepara los alimentos que le digan, echa una mano en todo lo que haga falta en cocina y ha encontrado amigos como Abdellah y Farah, también de Marruecos, que ayudan en la parte del envasado de los menús. Esa labor está organizada por los formadores de sala de La Quinta Cocina que coordinan, bajo todos los los requisitos de higiene y las máximas medidas de seguridad, la manipulación y el correcto tratamiento de los alimentos que se repartirán desde Gastrolab.
Lo que recibí me cambió la vida y ahora lo devuelvo con mi trabajo voluntario
Abdelah y Farah están en la planta de abajo repartiendo en bandejas un apetitoso pisto de tomate y verduras para la guarnición del plato del día. Realizar esta labor podría resultar duro para ellos porque están en el mes del Ramadán. Desde las cinco de la mañana hasta las nueve de la noche no prueban alimento ni beben ningún líquido.
Desde las cinco de la mañana hasta las nueve de la noche no prueban alimento ni beben ningún líquido. Pasan toda la jornada entre grandes cacerolas repletas de comida pero no pierden el ánimo ni un solo momento. Es más, reflexionan que, gracias a su ayuno, comprenden mejor la dura situación de las familias que no tienen qué comer durante este periodo tan difícil de confinamiento y soledad. Ambos llegaron a España, como Issa, siendo menores de edad. Abdul, que ahora vive con sus cinco hermanas y que viajaba cada día desde Guadalajara a Madrid para su formación, dice que es la mejor manera de no estar encerrado en casa sin hacer nada. Todos los voluntarios sienten que, a través de su trabajo, pueden devolver de alguna forma la ayuda que recibieron cuando estaban en riesgo de exclusión. Encantados de encontrarse de nuevo, trabajan sin perder la alegría. Tras cada jornada regresan a sus casas felices de aportar de alguna forma todo lo bueno que han recibido. Nadie apostaba por ellos siendo casi unos niños, pero el cariño, la confianza y la buena formación que les proporcionó CESAL les ha transformado en los jóvenes solidarios y valientes que son ahora. Representan el mejor futuro y aligeran el presente a muchas familias desfavorecidas durante la pandemia mundial que nos asola. La esperanza alimenta sus corazones y ellos la reparten con cuidado en cada bandeja del menú diario que es una cálida promesa de que vendrán tiempos mejores.